Comentario
Las necesidades de las nuevas empresas económicas exigen la movilización de recursos humanos y financieros, que obligan a la sustitución de las anteriores empresas de propiedad y dirección individual. Aunque la figura del empresario sea ensalzada por algún teórico de la economía (J. B. Say), los grandes avances técnicos exigen inversiones cuantiosas que son obtenidas en el mercado financiero, a través de la emisión de acciones. Los beneficios obtenidos del comercio internacional, y los que se derivan del aumento de la productividad en la industria, proporcionarán los medios para la configuración de las nuevas sociedades capitalistas.Las compañías por acciones fueron reguladas en el Reino Unido mediante una ley de 1856, en la que se preveía la posibilidad de que los accionistas tuvieran una responsabilidad limitada a la cantidad que hubieran invertido en la empresa. También por aquellos años, los gobernantes de Francia desarrollaron una política favorable a la constitución de sociedades anónimas. Una ley, de marzo de 1863, autorizó la creación de sociedades por acciones de responsabilidad limitada, con un capital que no podía exceder los veinte millones de francos, mientras que otra ley, de julio de 1867, eximió la autorización gubernamental para la constitución de sociedades anónimas. La medida resultó efectiva porque, en los cinco años siguientes, se formaron 338 nuevas compañías, frente a las 307 que se habían autorizado entre 1848 y 1867. Un fenómeno similar ocurrirá en Alemania, en donde se crearon más de 250 compañías durante la década de los cincuenta, mientras que no habían llegado a 20 las que habían existido antes de los movimientos revolucionarios de 1848.Capítulo fundamental en la configuración de las nuevas sociedades capitalistas es el de la organización de un sistema bancario al que, por ley inglesa de agosto de 1858, se aplica el régimen de la responsabilidad limitada. Ellos son los encargados de movilizar grandes recursos financieros a través de su clientela. El Lloyd Bank inglés se establece en 1865, mientras que el Crédit Mobilier francés data de 1852 y se convertirá en el modelo de banco de negocios, con inversiones dentro y fuera de Francia. En Alemania, el Diskontogesellschaft de Berlín marca, en 1851, el comienzo de la creación de los grandes bancos impulsores de las empresas capitalistas.En Francia se estableció una clara distinción entre los bancos de depósitos, que intervenían en operaciones a corto plazo, y los bancos de negocios, que se interesaban por las operaciones a largo plazo. La distinción fue mucho menos clara en el sistema bancario alemán, y apenas tuvo relevancia en la economía británica, que contaba con agentes financieros especializados en la búsqueda de socios y accionistas para las nuevas empresas industriales.Por lo demás, la necesidad de contar con una nueva organización empresarial se experimentó también en el mundo de la industria. Las grandes empresas, que rebasaban ya el ámbito estrictamente familiar, aparecieron en casi todos los países, especialmente en las industrias siderúrgicas, metalúrgicas y de maquinaria. También en la joven industria química, como demostró la constitución de la Badische Anilin und Sodafabrik en 1863.Otro signo de la concentración en grandes empresas fue la aparición de los grandes almacenes para la venta al público. La Samaritaine, Au Bon Marché o Printemps son nombres que ilustran los años de bienestar que se vivieron en Francia durante el Segundo Imperio, y la respuesta a las demandas de consumo de una gran ciudad.